jueves, 27 de febrero de 2014

Soltarnos.



Si todos los seres humanos descubriéramos ese hermoso poder que llevamos dentro que nos puede liberar y acabar con todo lo inútil, destructivo y desechable, sería extraordinario. La gracia de “soltarse” ante todo requiere de valentía, capacidad para perdonar, confianza y pureza. Este don me lleva más allá de la opinión ajena; es decir, olvidarme de lo que creo que sé y quién creo que soy.

Para escribir sobre lo maravilloso que es “soltarse” tengo que empezar compartiendo situaciones que, según mi criterio -para unos válido y para otros no-, obstaculiza desarrollar esta inigualable “gracia”, como yo la llamo.

Todas las teorías son basadas en observaciones y experiencias que desarrollan la mayor parte de las veces la creencia de que no existe felicidad ni bienestar futuro. Vivir episodios que pueden ser aterradores para nuestras emociones nos arrojan a un espiral de negación combinada con desconfianza que obstaculiza el crecimiento del espíritu y que termina por convertirnos, sin darnos cuenta, en seres que viven a la defensiva.

Nosotros, por natural desarrollo, experimentamos tanta decepción como felicidad, todo va de la mano. Entonces ¿por qué sentimos que la gente nos falla? Es sencilla la respuesta… “porque damos y queremos recibir”.

Existen ejemplos sencillos que hasta pueden sonar absurdos, para anotar: “cuando no dormimos tenemos sueño… cuando no comemos tenemos hambre… cuando no bebemos tenemos sed”. Esto, traducido a emociones, como no sentir admiración, cariño y atención, es experimentar lo que la mayoría llama “vacío emocional”.

Nuestro “yo creo” tiene la certeza de ser digno merecedor de atención, amor y admiración, lo cual es correcto dentro de mis apreciaciones. Lo que no considero correcto es dar primordial importancia a lo que puedan sentir los demás hacia nosotros.

Debería de ser nuestro "yo creo" el protagonista siempre, y tener siempre especial atención al confundir amor propio con egoísmo.

Nosotros debemos y podemos ser capaces de amarnos, atendernos y valorarnos en primer orden, antes de ansiar recibir los mismos por parte de los demás. Siendo analíticos nos daremos cuenta que de ahí parte el origen de los fracasos o decepciones que generan los “vacíos emocionales”.

Ser víctimas y buscar culpables, o culparnos a nosotros mismos (que es peor) por “entregar”, no es jamás la respuesta ante el “vacío emocional” que llevamos dentro. Esto es seguir viviendo en el pasado y llenar ese vacío recordando lo “infelices” que somos por no tener el afecto que queremos o que exigimos merecer de los demás, llegando al punto fatal de olvidar quiénes somos, lo que valemos y en realidad necesitamos para ser felices.

La mayoría de nuestros pensamientos son de algún modo sobre el pasado, sumándolos a otros que pueden darse en el futuro, llegando a formar una dinámica mental que nos termina gastando. Y lo que es peor, nos condena a volver a generar una y otra vez lo pasado, olvidando algo tan importante como nuestro presente.

Vivir en el pasado es forjar cadenas que nos atan fuertemente a cosas irrelevantes que ya no funcionan ni nos ayudan, llegando incluso a ser masoquistas.

Cuando comprendamos que no son nuestras emociones o sentimientos lo que nos causan decepciones o problemas, sino más bien es la dificultad para expresarnos y "soltar" lo que no merecemos (aquello que no nos hace bien) empezaremos actuar de forma sana, siendo protagonistas de nuestra vida al tomar con decisión las riendas de ella, vaciando la pena y aceptando la situación que nos ocurre como algo superior a nosotros.

Solo así podremos sentir que, cuando entregamos algún sentimiento a alguien, en ese momento nos estamos regalando un gran placer generando satisfacción de haber dado algo. Es ahí cuando se completa el ciclo, es decir que ya recibimos.

De la vida interpretamos como enseñanza que la persona que recibió debe ser agradecida. Pero lo aconsejable es que en lugar de esperar un agradecimiento, seamos nosotros los agradecidos por la oportunidad de experimentar nuestra generosidad o por simple satisfacción de haber entregado todo. ¿Complicado de entender? Sí, bastante complicado hasta que nos liberamos.

Al inicio dije que "soltarse" es de valientes debido a que es difícil tomar la decisión de elevar el pasado hasta que se pierda y que en su lugar surja esa fuerza de recobrar la confianza, sin recurrir a la necesidad de usar la defensiva. Cuando soltamos tenemos la capacidad de perdonar sinceramente generando un sentimiento de libertad.

Los invito a probar esta fórmula que sin ser mágica me ayudo: Vivir y respirar agradecidos, pero sinceramente.

Esta actitud produce un sentimiento de satisfacción y no nos sentiremos en deuda con nadie ni nada. Cada vez que alguien nos pida algo, o si no lo pide y simplemente decidimos dárselo, debemos estar muy conscientes de que esto nos va generar placer y satisfacción. Entonces nos diremos “aquí está completo el ciclo, el resto de lo que viene es añadidura”.

Soltarse es dejar de vivir en deuda con los demás, es dejar de vivir atados, es vivir en paz, libertad y responsabilidad con lo que sentimos nosotros, no con lo que sienten los demás por nosotros.

A ti querida amiga:

Sé que decirte “todo va estar bien” no te sirve ahora, pero si tú lo empiezas a creerlo así será.

Petete (pa tu)