La víspera de mi cumpleaños suele ser motivo de felicidad y regocijo para mí, porque considero que es mi época especial en el año, y la vivo a plenitud.
Pero necesito confesar que a mis casi 33 años de vida nunca había sentido esta especie de frustración por no poder tener la respuesta a muchas preguntas que hay en mi cabeza.
Al parecer este año ha sido todo diferente, perdí el control de mis emociones y el balance con el cual procuro vivir y tomar decisiones, me invadió la tristeza y me dejé llevar por la frustración sumada a una desesperación por encontrar respuestas.
He llorado para limpiar el alma y no me da vergüenza escribirlo, porque al hacerlo siento que puedo deshacerme de todos estos sentimientos negativos que he permitido invadirme. Me subí en una montaña rusa de emociones que no me ha dejado en paz y al mirarme al espejo observe con tristeza a una persona gris y sin chispa.
Analizo que los seremos humanos llegamos a ser mal en algunas ocasiones al sumergirnos en una laguna tratando de ahogarnos nosotros mismos en la pena y desesperación. Es tan común que pensemos que podemos vivir actuando como si no tuviéramos alma y la desgastamos tanto con situaciones innecesarias.
Sentir desfallecer lentamente, que alguna situación te congeló, entras en colapso, como atado de manos sin poder moverte, no quieres hacerlo porque tienes miedo al no saber que rayos pasa y vuelves tu mente obstinada, transmitiendo automáticamente a tu corazón esos sentimientos.
Voces internas te hablan a mil por hora y la pelea contigo misma no acaba. Empiezan los cuestionamientos: Cómo llegamos hasta aquí? Qué nos paso? Quién nos hizo esto? Sigues luchando por callarlas y no lo logras porque estas desesperada y solo escuhcas que te dicen “deja el alma morir, igual sin ella puedes vivir, sin ella no hay dolor”.
Es una batalla de sentimientos y cuestionamientos que desgasta, que desilusiona, que te entristece, que te paraliza pero creo, tiene un significado divino. En el fondo muy dentro de ti sabes que tienes la solución en tus manos, solo que no sabes por dónde empezar hacerlo.
Luego de mirar a esa persona gris y sin chispa, y llorar todo lo que pude para limpiar mi interior, me vino un destello de luz y electroshock al corazón que solo le puedo llamar FE.
Supe en ese momento que no podía negar tener emociones feas y desesperarme, porque era un ser humano, que evitar sentirlas era empezar a perder la batalla y entrar en negación puede generarte daños irreparables porque no se puede reparar lo que no se admite.
Lo tóxico de negarnos a sentir, si lo pensamos más a fondo, es que nos paralizamos. Es la forma que nuestro interior reacciona cuando no soporta una emoción nueva o algo que no sentía desde hace mucho tiempo.
Por otro lado está la mente que es muy poderosa y nos habla sin permiso, del modo que le da la gana, nos hace sentir atrapados, controlados por una racionalidad perfecta donde no se permite ninguna nueva emoción. Esta batalla de sentimientos es real a todos en algún momento nos pasa, existe y el que la niega, MIENTE.
Hay que saber correr el riesgo y no dejarse paralizar por el miedo. Sin revolución interior no hay transformación. No puede existir esa comunión de cuerpo y alma donde todo puede volver a empezar, y volver a empezar es tan simple como mirarte al espejo sonreír, porque de ahí parte la paz.
Luego de sonreír pensar en lo profundamente bendecidos que somos por todo lo que tenemos alrededor.
Concluí que cuando algo pasa diferente a lo esperado debo aceptar que puedo sentir rabia o frustración, pero después debo dedicar mi tiempo a pedir con toda mi FE que me muestren cual es la razón por la cual pasó y empezar a transitar por el nuevo camino que debo recorrer.
Muchas veces, lo que queremos o creemos que queremos no nos conviene o hay algo mejor esperándonos que nisiquiera nos imaginamos. Hay tantas formas de crear y lograr nuestros sueños, las cuales no tenemos presentes, que a veces es un gran regalo que no pase lo que esperábamos.
Estoy segura que cuando todo tome el rumbo que debe, volveré a leer este texto y sentiré emoción porque tuve la valentía de publicar lo que mi corazón siente, sin vergüenza, para de alguna manera regalar a los demás un poco de aliento y fuerzas retribuyendo un poco del amor que todos mis seres queridos me dan en este momento.
La tristeza no es para siempre (no te desesperes) y la paz empieza por una sonrisa.
Ahora sí:
¡Feliz cumpleaños a mí!