Escribir se ha convertido en la mágica conexión entre mi interior, mis imaginarios y el mundo real.
lunes, 23 de noviembre de 2015
Víctimas de nuestro silencio.
Podría decir muchas cosas y que deje pasar muchas otras. Por ejemplo podría decir que alguna vez el amor fue maravilloso y muy complejo a la vez. Que me ha sacó de mi misma, y me convirtió en otra clase de persona. Esa clase de persona que aun sabiendo la verdad acerca de mi pareja, preferí hacer oídos sordos y guardar silencio. Esa clase de persona que aunque me hirieron, perdonaba, una detrás de otra, y que fui esa clase de persona que se echó la culpa así misma de algo que no hizo jamás.
Podría decir también que deje pasar muchas veces palabras que me hicieron sentir incómoda, bromas sexuales que estuvieron fuera de tono y hasta incluso, podría decir que deje pasar aquel hombre que en la calle me hizo sentir indefensa al gritarme frases con las que seguramente jamás le hablaría a su madre, y que lo peor de todo fue que me sentí culpable pues traía un escote o el pantalón tal vez muy ajustado.
Tal vez muchos de los que están leyendo creerán que esto es el inicio de otra manifestación exagerada para victimizar a las mujeres, pero no lo es.
Voy a pedir que si lo empezaron a leer, lleguen hasta el final de este post y analicen a conciencia lo que significa.
Cito un texto de la página web de la ONU MUJERES: “Se estima que el 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero sentimental o violencia por parte de una persona distinta a su compañero sentimental en algún momento de su vida. Sin embargo, algunos estudios demuestran que hasta el 70 por ciento de las mujeres ha experimentado violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental durante su vida (...)”
“Pese a que la disponibilidad de datos es limitada, y existe una gran diversidad en la manera en la que se cuantifica la violencia psicológica y física según países y culturas, las pruebas existentes reflejan índices de prevalencia altos (…)”
Podríamos cometer el grave error de pensar que jamás seremos parte de estas estadísticas e incluso que no conocemos a nadie que haya sufrido de algún tipo de atropello, pero créanme, nadie está libre de ser una víctima.
Hay muchas, demasiadas formas de violencia contra las mujeres: la violencia física, la violencia psicológica, la violencia verbal, el acoso, la violencia sexual, los matrimonios forzosos, los abortos obligados, la ablación, el sentimiento de víctima, el control social, la manipulación, el uso de los descendientes como herramienta para el maltrato, entre otros; manifestados en diversos ámbitos de la vida, cuyos actores pueden ser la propia familia, compañeros sentimentales, la escuela, el trabajo, la Iglesia, el Estado, etc.
La violencia contra las mujeres no es exclusiva de ningún sistema político o económico; se da en todas las sociedades del mundo y sin distinción de posición económica, raza o cultura. Puede ser nuestra mamá, hermana, amiga, vecina o la señora que está cruzando la calle porque ninguna está a libre.
Tapamos muchas cosas pensando que es la manera de no hacernos más daño o de no lastimar a nuestro entorno; dejamos pasar situaciones que nos incomodan y nos mentimos a nosotras mismas al decirnos “ya pasó, no fue nada” “no voy hacer caso” “si lo provoco es peor” “que vergüenza con los demás” “la gente va pensar que estoy loca, que exagero”.
Lloramos a escondidas y callamos cada abuso, consumiéndonos por dentro y nos convertimos en seres llenos de temor, víctimas de nuestro silencio.
Lo más irónico es que sentimos vergüenza por la situación que estamos atravesando, cuando los avergonzados deberían de ser aquellos seres que no comprenden o nunca les enseñaron lo que significa la palabra respeto.
Pero la principal razón para que no denunciemos o contemos lo que nos está pasando radica en la consideración de que poco o nada se entiende de lo que nos toca vivir a diario.
Muchas mujeres hemos vivido situaciones de control, manipulación, maltrato psicológico, verbal o violencia física por parte de seres humanos abusivos, en su mayoría hombres. ¿Pero por qué no nos damos cuenta de aquello a tiempo? o ¿Qué debe pasar para decir "YA BASTA" a los sometimientos, abusos emocionales o físicos? La penosa respuesta es: Tocar fondo (algunas ocasiones no viven para contarlo).
Todas tenemos diversas formas de ser, dependiendo de nuestra autoestima, de nuestros valores, de nuestra dignidad, del ejemplo que queremos dar a nuestros hijos y al mundo entero para saber si es necesario "tocar fondo".
Cada mujer que vive una situación así, determina individualmente hasta que punto debe permitir lo que le ha sido impuesto, y lo más triste de todo es que indirecta o inconscientemente, es por voluntad propia. Pero no por esto la sociedad debe de juzgar. Porque si bien es cierto que somos víctimas hasta donde le permitimos a nuestro victimario, vivimos en un mundo tan indolente que miles de veces en nuestro entorno se dan hechos de abuso y no somos capaces de ayudar a pararlo.
No debemos callarnos ni sentir vergüenza alguna de ser o haber sido una mujer violentada. En el preciso momento que dudamos de alguna acción o reacción de otro ser humano hacia nosotras, debemos hablar, buscar ayuda. Contarle a alguien de confianza la situación por la que estamos viviendo sin temor a ser juzgadas. Pedir ayuda es la única manera de salvarnos hasta de nosotras mismas.
Y si estamos presenciando, escuchando o sabemos de algún tipo de abuso, debemos correr el riesgo de inmiscuirnos para tratar de ayudar a la víctima. Cualquier acto de bondad sirve. Tal vez en ese momento o en otro, aquella mujer sentirá que no estuvo sola con su problema y tome fuerzas para salir del fondo donde se encuentra.
La herida que dejan los agresores de mujeres en nuestra sociedad nos exige una respuesta contundente en todos los ámbitos, sea pequeña o grande, pero sin dejar ocasión o pretexto para que se produzca.
A todas esas mujeres valientes que dijeron: ¡NO MÁS! por su fuerza y agallas para salir con la frente muy en alto de este o estos atropellos, les digo que no dejen de ayudar a otras mujeres que puedan estar viviendo la pesadilla de la que ustedes salieron.
A las que aun no tienen las fuerzas necesarias, piensan que están solas o tienen vergüenza de denunciar, recuerden que mañana puede ser tarde y el abuso nunca va a cesar. !NO ESTAN SOLAS!
Al resto que somos parte de esta sociedad les repito, cualquier acto de compasión o bondad ante un abuso, lo agradezcan o no, es necesario.
Existe una arista sangrante de la unión de dos caras: la que ejerce la violencia y la que deja que se ejerza.
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