Muchas veces nos ponemos analizar
etapa por etapa de nuestras vidas, a mí me pasa que cada vez que voy a cumplir
años, mi memoria automáticamente días antes, remite una linda factura y empiezo a recordar todo lo
vivido, bueno o malo. Es como vertir todos los momentos, las palabras recibidas
y entregadas, lo que hice o deje de hacer dentro de un cedazo e ir colándolos, intentando correr los malos y quedarme con los buenos.
En el transcurso de ese
discernimiento me encuentro con personas que fueron demasiado importantes y que
pensé que serían para siempre; con personas que jamás imagine que llegaran a
ser parte de mi vida y con las que siempre están “no matter what”.
Y como no recordar los juegos de
la vida, como ella te hace brincar cuando piensas que al fin tienes estabilidad
( pilas que la gente te dicen que esa estabilidad está en tu mente y te la
creas tu misma, pero no te dice que la vida puede cambiarte de un momento a
otro sin preguntarte) y se desmorona todo como un castillo de naipes. A mí me
paso este año, todo lo que había construido, se desmoronó.
“Tú eres fuerte, saldrás adelante” “Peores
cosas pueden pasar” “No es tan grave” y hasta un “Mejor te hubieras casado” son
las frases que he recibido de mi alrededor, a veces me pregunto si realmente
quiero escuchar y muchas veces la respuesta es “no quiero”. De ahí provienen
mis silencios y distancias (lo que llaman ingratitud).
Son pocas por no decir, un par de
personas, las que realmente entienden lo que a una persona le sucede cuando se
cansa de pelear, que es fuerte, pero está cansada.
Yo me cansé. Soy fuerte, pero me
cansé y me deje vencer por todo lo inimaginable. Vi agua donde había espejismos,
y me la bebí; el resultado fue peor que la sed, les cuento.
Lo cierto es que el mundo no te va a decir cosas bonitas para verte de pie y la vida no va a dejar de pasar solo por esperar que te despiertes, es tiempo de dejar de esperar cosas de nuestro al rededor y empezar a crearlas nosotros mismos. La decisión está en nosotros mismos, nuestro entorno
ayuda, si nos rodeamos de las personas correctas, pero somos lo suficientemente
fuertes para ponernos de pie mil y un veces. Se vale cansarse mas no rendirse.
Podemos lamentarnos toda la vida,
decir ya no quiero pelear más y me quedo con lo que me toca o, sacar esa fuerza
que TODOS tenemos por dentro y optar por continuar, donde nos toque, pero
continuar hasta lograr lo que deseamos y volvamos a ser felices construyendo de
nuevo, con más esfuerzo y experiencia, pero sin tantos errores.
En este nuevo año de vida doy
gracias por haber sentido cansancio, por haber sentido que mi mundo se
desmoronó, por el miedo y por aceptar que fracasé. Por haberme
estrellado de trompa, literal.
Gracias, porque cada ladrillo
que me cayó, fue un golpe que me hizo apreciar más lo que tuve. Ese miedo
horrible en el pecho, es lo que hoy me hace tener más fuerza y enfoque; sin ese sentimiento de fracaso, no tendría hoy el impulso inexplicable para continuar con mis objetivos nuevos.
Nadie vuelve a ser igual dos veces.
¡Feliz cumpleaños a mí!