jueves, 8 de marzo de 2018

La que es valiente es libre.


¿ Saben que significa el Día Internacional de la Mujer? Estoy casi segura que no, de lo contrario, no tendríamos que estar reclamando lo que deberían de darnos por derecho: RESPETO.

El 8 de marzo debe de ser un día para recordarnos que tenemos mucho camino por recorrer, que no es fácil hacerlo y sobre todo, que no es algo extraordinario recibirlo, es nuestro derecho y lo merecemos como ser humano.

Yo festejo este día  al no callar las injusticias o los abusos que sufrimos con el simple hecho de recibir un “piropo” en la calle, en la oficina, en tu misma casa o familia, los cuales te ofenden y te hacen sentir incómoda e inferior (( Tú puedes hacer lo mismo)).

Festejo este día, recordando a las mujeres que amo, que son capaces de lograrlo todo, que no deben  tener pena y dar explicaciones por no querer casarse, por no ser madres, por no seguir un estereotipo que para la mayoría de hombres y mujeres machistas es el “ideal”.

Yo festejo este día amando intensamente mi forma de ser, con el mal genio y la necedad incluida, con la tenacidad y ternura que aprendí de mi madre, abuela y tías; con la fe y esperanza de mi amada virgen María.  Vivo día a día con esta lucha feminista silenciosa, que va ganando voces, que va ganando espacios.

Celebro el regalo que tengo al tener mujeres líderes de consciencia, que directa o indirectamente nos dan medios y herramientas para trabajar en nosotras mismas. Celebro el poder crear un mundo mejor para todos, eso incluye el formar mujeres no sumisas. Celebro sus avances que me motivan a dar más. Celebro nuestro crecimiento y nuestras ganas de DAR siempre.

Quiero recordar hoy a Juliana, a Emilia, a las argentinas, a Karina.  A “las muy señoras”, a las “gorditas horrorosas”, a las “diosas del Olimpo”. A las niñas violadas por malditos pederastras, a las mujeres que sufren o hemos sufrimos en algún momento de abusos psicológicos y físicos, a todas ellas les obsequio, en especial hoy,  mi respeto, mi lucha diaria, mi amor propio y mi voz.


PD: El título de esta publicación fue tomado de un meme sin autor.

martes, 10 de octubre de 2017

La vida es un ratito.

Muchas veces nos ponemos analizar etapa por etapa de nuestras vidas, a mí me pasa que cada vez que voy a cumplir años, mi memoria automáticamente días antes, remite  una linda factura y empiezo a recordar todo lo vivido, bueno o malo. Es como vertir todos los momentos, las palabras recibidas y entregadas, lo que hice o deje de hacer dentro de un cedazo e ir colándolos, intentando correr los malos y quedarme con los buenos.

En el transcurso de ese discernimiento me encuentro con personas que fueron demasiado importantes y que pensé que serían para siempre; con personas que jamás imagine que llegaran a ser parte de mi vida y con las que siempre están “no matter what”.

Y como no recordar los juegos de la vida, como ella te hace brincar cuando piensas que al fin tienes estabilidad ( pilas que la gente te dicen que esa estabilidad está en tu mente y te la creas tu misma, pero no te dice que la vida puede cambiarte de un momento a otro sin preguntarte) y se desmorona todo como un castillo de naipes. A mí me paso este año, todo lo que había construido, se desmoronó.

“Tú eres fuerte, saldrás adelante” “Peores cosas pueden pasar” “No es tan grave” y hasta un “Mejor te hubieras casado” son las frases que he recibido de mi alrededor, a veces me pregunto si realmente quiero escuchar y muchas veces la respuesta es “no quiero”. De ahí provienen mis silencios y distancias (lo que llaman ingratitud).

Son pocas por no decir, un par de personas, las que realmente entienden lo que a una persona le sucede cuando se cansa de pelear, que es fuerte, pero está cansada.

Yo me cansé. Soy fuerte, pero me cansé y me deje vencer por todo lo inimaginable. Vi agua donde había espejismos, y me la bebí; el resultado fue peor que la sed, les cuento.

Lo cierto es que el mundo no te va a decir cosas bonitas para verte de pie y la vida no va a dejar de pasar solo por esperar que te despiertes, es tiempo de dejar de esperar cosas de nuestro al rededor y empezar a crearlas nosotros mismos. La decisión está en nosotros mismos, nuestro entorno ayuda, si nos rodeamos de las personas correctas, pero somos lo suficientemente fuertes para ponernos de pie mil y un veces. Se vale cansarse mas no rendirse.

Podemos lamentarnos toda la vida, decir ya no quiero pelear más y me quedo con lo que me toca o, sacar esa fuerza que TODOS tenemos por dentro y optar por continuar, donde nos toque, pero continuar hasta lograr lo que deseamos y volvamos a ser felices construyendo de nuevo, con más esfuerzo y experiencia, pero sin tantos errores.

En este nuevo año de vida doy gracias por haber sentido cansancio, por haber sentido que mi mundo se desmoronó, por el miedo y por aceptar que fracasé. Por haberme estrellado de trompa, literal.

Gracias, porque cada ladrillo que me cayó, fue un golpe que me hizo apreciar más lo que tuve. Ese miedo horrible en el pecho, es lo que hoy me hace tener más fuerza y enfoque; sin ese sentimiento de fracaso, no tendría hoy el impulso inexplicable para continuar con mis objetivos nuevos. 

Nadie vuelve a ser igual dos veces.


¡Feliz cumpleaños a mí!

sábado, 27 de mayo de 2017

Sueltame.



Que ha cambiado en ti, en tu corazón, como has seguido tu vida después de mi amor.
Desde que no estás aquí ya no puedo encontrar eso que mal llamaba paz.

Suéltame por favor, con cada pensamiento que me das me detienes.

Con cada suspiro me llamas.
Con cada maldición, retrocedo.
Con cada explicación, me consuelo.

Déjame que me vaya y que con el atardecer me muera. Porque para resucitar necesito morir y aunque me duela el alma, tan solo pienso en irme. No quiero estar mañaña, crucificada por este imposible amanecer.


 

viernes, 14 de octubre de 2016

Vida.



Día a día se multiplica la cantidad de personas que no saben apreciar la vida.  El respirar y estar completos lo consideran algo que tiene poco o nada de valor. La vivimos con una soberbia, como si fuera una afrenta, arriesgándola si  pudiéramos conseguirla en cada esquina. Otros intentan inclusive cada día quitársela de encima.
Y como así de rápido nos puede cambiar la vida, hoy quiero enrumbar mis pensamientos por el camino del agradecimiento y de la plenitud para vivir:
¡GRACIAS A LA VIDA QUE ME HA DADO TANTO!
La vida está en los pequeños regalos envueltos de momentos y en los errores que moldan nuestro destino. Estamos en la obligación de lograr que todos tengan una razón de ser, de vivirlos, sobrevivirlo y supervivirlos para que luego logren capturarse en nuestra memoria y no haya placer más invaluable que ir soltando suspiros y sonrisas llenos de esos recuerdos.

 De los más preciados regalos que hay en mi vida son mi mami, mi abuelita y mi tía Nena. Mujeres valiosas que son capaces de darlo todo por sus seres queridos. Guerreras incansables que me han enseñado con cada acción, más que con palabras, que la vida es una constante lucha llena de amor, paciencia y perdón. 

Mi papá, mi hermano y mi primo(M) son los hombres de mi vida, los tesoros con los que a uno lo premian. Cada uno con su diferente temperamento,  con sus diferentes maneras de ser y vivir pero de los que, aunque nunca se los diga, aprendo y aprecio cada acto de amor que tienen conmigo, sea una palabra de aliento, una confidencia que me guardan o un consejo lleno de sabiduría.

Mis amigas, las muchas que me ha regalado la vida pero sobre todo las pocas que realmente se han quedado en ella son ese motorcito que me impulsa cuando, a veces, se me acaba la fuerza.  Escucharlas con el corazón al relatar sus felices y tristes experiencias, y saber que tienes vida para compartirla con las mejores amigas del mundo es un motivo más para estar agradecida.

Extraños que invaden nuestra vida misteriosamente, sin haberlos buscado, sin esperarlos para luego convertirse en personas especiales cuyos actos bonitos marcan nuestro corazón. Los espacios perfectos, la dulzura, sinceridad y cariño; los abrazos largos y fuertes, los besos que te cosquillean por dentro y el tiempo corto o largo que nos dedican  son manifestaciones de bondad.  La vida son momentos, entonces tómalos.

La vida sí vale y hay que tenerla como perla e gran precio. La vida es amor, entonces AMEMOS. La vida es riqueza, entonces guardémosla. La vida es misterio, entonces escudriñémosla.  La vida es un duelo, entonces supérala.  La vida es una canción, entonces cántala.  Si la vida es una tragedia, entonces enfréntala. La vida es una aventura,  disfrútala.  La vida es suerte, entonces VÍVELA.

lunes, 18 de julio de 2016

Tiempo.

 


Hace algunas semanas me cuestionaba porque vivimos presionándonos sobre temas que a veces ni siquiera los consideramos dentro de nuestros pensamientos, a no ser que venga uno que otro a preguntarnos el porqué no hemos hecho esto, o porqué no pensamos en aquello  y con todo el derecho que nadie les ha otorgado, dicen: "Ya estas tarde, la vida pasa a prisa" convirtiendo al tiempo en nuestro implacable enemigo. Soberbios todos nosotros al pensar que él es nuestro, y que somos dueños de esta vida.

Vivimos con la locura de un mundo que dice estar cuerdo y  que nos invita a enloquecernos con tanta “medidera del tiempo”. Estamos lo suficiente locos para pensar que esta prisa es correcta, que esa ansia y anhelo de cumplir con todos los requerimientos de una sociedad que hemos delineado con tantos prejuicios es la vida misma y  que si no te sumerges siguiendo su cronograma, estas equivocado y “tarde”.

Somos ilógicamente conformes y aparentemente felices viviendo de la forma que nos ha trazado la sociedad de un mundo donde lo correcto es tener una edad para aprender a amar, hablar, escribir, caminar, estudiar, reproducirse y hasta morir.

Como mujer me auto critico recordando cuantas veces me he presionado por realizar sueños programados, a veces ajenos; por cumplir expectativas para complacer a seres amados, por querer reivindicar con un apresurado futuro a algunas personas importantes de mi vida.

Un recuerdo claro y triste de mi vida, por citar un ejemplo, es el haberme presionado por encontrar la solución a una pena, diciéndome que ya era "mucho tiempo" el que había llorado por el dolor que me causaba. ¿Realmente podemos hacernos esto? Sí podemos y lo hacemos.  Nos ponemos límites para sentir, para bien o para mal. 

No quiero decir con esto que debemos vivir en el pasado y estancarnos sin seguir adelante, pero cuantos de nosotros no hemos repetido en nuestra cabeza: “ya no más, es suficiente tiempo” y siguiendo el hilo de mi recuerdo, tuve a mi  corazón con una herida del porte del mundo, abierta, que dolía, pero preferí rellenarla con las palabras egoístas de mis pensamientos y con los consejos del todo aquel que pudo opinar sobre algo que ni sentía, pues según el manual del tiempo de la vida, ya había pasado suficiente tiempo. En lugar de enjuagar mi dolor con las lágrimas necesarias, las veces que necesitaba y darme la libertad  que mi corazón quería hasta que lograr cicatrizarla. (No es una reflexión masoquista lo que escribo, es una reflexión sobre como somos capaces de saltarnos el presente  por miedo a sentirlo y vivirlo).

A veces la vida no es como la queremos, pero evaporar el tiempo, tratarlo como algo que se consume, que se corta en pasado y futuro, obviando que existe un presente,  ponerle medida y manejarlo a nuestro gusto  es lo que debería considerarse una locura. Pero nadie va al manicomio si vive con la angustia de estar perdiendo el tiempo. Porque no habría manicomios suficientes para darnos posada.

Recuerdo haber leído a Ángeles Mastretta en uno de sus tan acertados escritos  referirse a una de las ocasiones en que su hermana Verónica, quién frecuentemente visitaba un manicomio en Puebla, llegó hasta su casa con un tesoro de unas de las mujeres que se encontraba recluida en aquel centro de salud. Cuenta Mastretta que era un pequeño pedazo de tela color marfil, en el que una supuesta loca bordó de perfecta manera: “No arruines el presente lamentándote por el pasado ni preocupándote por el futuro”. 

Hemos perdido la capacidad de amar y vivir nuestro presente,  de disfrutar de la simplicidad, belleza y  sencillez del mismo sin que nos atormente el reloj de nuestro futuro y los recuerdos de nuestro pasado. 

Hemos olvidado el gozo que encontraron y vivieron  nuestros  antepasados  en los largos, hermosos y hasta a veces dolorosos, sentimientos. En la radiante voluntad con que ellos supieron ser generosos con su tiempo al tener por ejemplo, deliciosas y extensas conversaciones con sus semejantes. Para ellos soñar despiertos, contemplar espacios, respirar y vivir el ocio; experimentar el sueño y el placer de tocar a los otros, sin medir las horas y tener que salir corriendo era lo que verdaderamente daba sentido a la vida. Ellos supieron que dar tiempo al tiempo siempre fue necesario.

Invadida de ese espíritu que a pocos en esta época les llena,  el gusto de disfrutar el tiempo que la vida me regala al contemplar  una y otra vez en mi mente lo absurdo de lo cotidiano y el hermoso sentimiento que experimento cuando la inspiración toca mi puerta, puedo decir que tengo el placer de “perder el tiempo” y detenerlo al plasmar en palabras lo que siento.  

Loca tan cuerda aquella mujer cuyo bordado me deja una hermosa reflexión: Pasamos la vida hablando del futuro como si dependiera unicamente de nosotros y vivimos ignorando el presente con el recuerdo del pasado.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Víctimas de nuestro silencio.


Podría decir muchas cosas y que deje pasar muchas otras. Por ejemplo podría decir que alguna vez el amor fue maravilloso y muy complejo a la vez. Que me ha sacó de mi misma, y me convirtió en otra clase de persona. Esa clase de persona que aun sabiendo la verdad acerca de mi pareja, preferí hacer oídos sordos y guardar silencio. Esa clase de persona que aunque me hirieron, perdonaba, una detrás de otra, y que fui esa clase de persona que se echó la culpa así misma de algo que no hizo jamás.

Podría decir también que deje pasar muchas veces palabras que me hicieron sentir incómoda, bromas sexuales que estuvieron fuera de tono y hasta incluso, podría decir que deje pasar aquel hombre que en la calle me hizo sentir indefensa al gritarme frases con las que seguramente jamás le hablaría a su madre, y que lo peor de todo fue que me sentí culpable pues traía un escote o el pantalón tal vez muy ajustado. 


Tal vez muchos de los que están leyendo creerán que esto es el inicio de otra manifestación exagerada para victimizar a las mujeres, pero no lo es. 


Voy a pedir que si lo empezaron a leer, lleguen hasta el final de este post y analicen a conciencia lo que significa.


Cito un texto de la página  web de la ONU MUJERES: “Se estima que el 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero sentimental o violencia por parte de una persona distinta a su compañero sentimental en algún momento de su vida. Sin embargo, algunos estudios demuestran que hasta el 70 por ciento de las mujeres ha experimentado violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental durante su vida (...)”


“Pese a que la disponibilidad de datos es limitada, y existe una gran diversidad en la manera en la que se cuantifica la violencia psicológica y física según países y culturas, las pruebas existentes reflejan índices de prevalencia altos (…)” 


Podríamos cometer el grave error de pensar que jamás seremos parte de estas estadísticas e incluso que no conocemos a nadie que haya sufrido de algún tipo de atropello, pero créanme, nadie está libre de ser una víctima. 


Hay muchas, demasiadas formas de violencia contra las mujeres: la violencia física, la violencia psicológica, la violencia verbal, el acoso, la violencia sexual, los matrimonios forzosos, los abortos obligados, la ablación, el sentimiento de víctima, el control social, la manipulación, el uso de los descendientes como herramienta para el maltrato, entre otros; manifestados en diversos ámbitos de la vida, cuyos actores pueden ser la propia familia, compañeros sentimentales, la escuela, el trabajo, la Iglesia, el Estado, etc. 


La violencia contra las mujeres no es exclusiva de ningún sistema político o económico; se da en todas las sociedades del mundo y sin distinción de posición económica, raza o cultura. Puede ser nuestra mamá, hermana, amiga, vecina o la señora que está cruzando la calle porque ninguna está a libre.


Tapamos muchas cosas pensando que es la manera de no hacernos más daño o de no lastimar a nuestro entorno; dejamos pasar situaciones que nos incomodan y nos mentimos a nosotras mismas al decirnos “ya pasó, no fue nada” “no voy hacer caso” “si lo provoco es peor” “que vergüenza con los demás” “la gente va pensar que estoy loca, que exagero”.


Lloramos a escondidas y callamos cada abuso, consumiéndonos por dentro y nos convertimos en seres llenos de temor, víctimas de nuestro silencio.


Lo más irónico es que sentimos vergüenza por la situación que estamos atravesando, cuando los avergonzados deberían de ser aquellos seres que no comprenden o nunca les enseñaron lo que significa la palabra respeto. 


Pero la principal razón para que no denunciemos o contemos lo que nos está  pasando radica en la consideración de que poco o nada se entiende de lo que nos toca vivir a diario.


Muchas mujeres hemos vivido situaciones de control, manipulación, maltrato psicológico, verbal o violencia física por parte de seres humanos abusivos, en su mayoría hombres. ¿Pero por qué no nos damos cuenta de aquello a tiempo? o ¿Qué debe pasar para decir "YA BASTA" a los sometimientos, abusos emocionales o físicos? La penosa respuesta es: Tocar fondo (algunas ocasiones no viven para contarlo).


Todas tenemos diversas formas de ser, dependiendo de nuestra autoestima, de nuestros valores, de nuestra dignidad, del ejemplo que queremos dar a nuestros hijos y al mundo entero para saber si es necesario "tocar fondo".


Cada mujer que vive una situación así, determina individualmente hasta que punto debe permitir lo que le ha sido impuesto, y lo más triste de todo es que indirecta o inconscientemente, es por voluntad propia. Pero no por esto la sociedad debe de juzgar. Porque si bien es cierto que somos víctimas hasta donde le permitimos a nuestro victimario, vivimos en un mundo tan indolente que miles de veces en nuestro entorno se dan hechos de abuso y no somos capaces de ayudar a pararlo. 


No debemos callarnos ni sentir vergüenza alguna de ser o haber sido una mujer violentada. En el preciso momento que dudamos de alguna acción o reacción de otro ser humano hacia nosotras, debemos hablar, buscar ayuda. Contarle a alguien de confianza la situación por la que estamos viviendo sin temor a ser juzgadas. Pedir ayuda es la única manera de salvarnos hasta de nosotras mismas.  


Y si estamos presenciando, escuchando o sabemos de algún tipo de abuso, debemos correr el riesgo de inmiscuirnos para tratar de ayudar a la víctima. Cualquier acto de bondad sirve. Tal vez en ese momento o en otro,  aquella mujer sentirá que no estuvo sola con su problema y tome fuerzas para salir del fondo donde se encuentra. 


La herida que dejan los agresores de mujeres en nuestra sociedad nos exige una respuesta contundente en todos los ámbitos, sea pequeña o grande, pero sin dejar ocasión o pretexto para que se produzca. 


A todas esas mujeres valientes que dijeron: ¡NO MÁS! por su fuerza y agallas para salir con la frente muy en alto de este o estos atropellos, les digo que no dejen de ayudar a otras mujeres que puedan estar viviendo la pesadilla de la que ustedes salieron. 


A las que aun no tienen las fuerzas necesarias, piensan que están solas o tienen vergüenza de denunciar, recuerden que mañana puede ser tarde y el abuso nunca va a cesar. !NO ESTAN SOLAS!


Al resto que somos parte de esta sociedad les repito, cualquier acto de compasión o bondad ante un abuso, lo agradezcan o no,  es necesario. 


Existe una arista sangrante de la unión de dos caras: la que ejerce la violencia y la que deja que se ejerza.


miércoles, 14 de octubre de 2015

La paz empieza con una sonrisa.


La víspera de mi cumpleaños suele ser motivo de felicidad y regocijo para mí, porque considero que es mi época especial en el año, y la vivo a plenitud.

Pero necesito confesar que a mis  casi 33 años de vida nunca había sentido esta especie de frustración por no poder tener la respuesta a muchas preguntas que hay en mi cabeza. 

Al parecer este año ha sido todo diferente, perdí el control de mis emociones y el balance con el cual procuro vivir y tomar decisiones, me invadió la tristeza y me dejé llevar por la frustración sumada a una desesperación por encontrar respuestas.

He llorado para limpiar el alma y no me da vergüenza escribirlo, porque al hacerlo siento que puedo deshacerme de todos estos sentimientos negativos que he permitido invadirme. Me subí en una montaña rusa de emociones que no me ha dejado en paz y al mirarme al espejo observe con tristeza a una persona gris y sin chispa.

Analizo que los seremos humanos llegamos a ser mal en algunas ocasiones al sumergirnos en una laguna tratando de ahogarnos nosotros mismos en la pena y desesperación.  Es tan común que pensemos que podemos vivir actuando como si no tuviéramos alma y la desgastamos tanto con situaciones innecesarias.

Sentir desfallecer lentamente, que alguna situación te congeló, entras en colapso, como atado de manos sin poder moverte, no quieres hacerlo porque tienes miedo al no saber que rayos pasa y vuelves tu mente obstinada, transmitiendo automáticamente a tu corazón esos sentimientos.

Voces internas te hablan a mil por hora y la pelea contigo misma no acaba. Empiezan los cuestionamientos: Cómo llegamos hasta aquí? Qué nos paso? Quién nos hizo esto? Sigues luchando por callarlas y no lo logras porque estas desesperada y solo escuhcas que te dicen “deja el alma morir, igual sin ella puedes vivir, sin ella no hay dolor”.

Es una batalla de sentimientos y cuestionamientos que desgasta, que desilusiona, que te entristece, que te paraliza pero creo, tiene un significado divino. En el fondo muy dentro de ti sabes que tienes la solución en tus manos, solo que no sabes por dónde empezar hacerlo.

Luego de mirar a esa persona gris y sin chispa, y llorar todo lo que pude para limpiar mi interior, me vino un destello de luz y electroshock al corazón que solo le puedo llamar FE.

Supe en ese momento que no podía negar tener emociones feas y desesperarme, porque era un ser humano, que evitar sentirlas era empezar a perder la batalla y entrar en negación puede generarte daños irreparables porque no se puede reparar lo que no se admite.

Lo tóxico de negarnos a sentir, si lo pensamos más a fondo, es que nos paralizamos. Es la forma que nuestro interior reacciona cuando no soporta una emoción nueva o algo que no sentía desde hace mucho tiempo.

Por otro lado está la mente que es muy poderosa y nos habla sin permiso, del modo que le da la gana, nos hace sentir atrapados, controlados por una racionalidad perfecta donde no se permite ninguna nueva emoción. Esta batalla de sentimientos es real a todos en algún momento nos pasa, existe y el que la niega, MIENTE.  

Hay que saber correr el riesgo y no dejarse paralizar por el miedo. Sin revolución interior no hay transformación. No puede existir esa comunión de cuerpo y alma donde todo puede volver a empezar, y volver a empezar es tan simple como mirarte al espejo sonreír, porque de ahí parte la paz.

Luego de sonreír pensar en lo profundamente bendecidos que somos por todo lo que tenemos alrededor.

Concluí que cuando algo pasa diferente a lo esperado debo aceptar que puedo sentir rabia o frustración, pero después debo dedicar mi tiempo a pedir con toda mi FE que me muestren cual es la razón por la cual pasó y empezar a transitar por el nuevo camino que debo recorrer.

Muchas veces, lo que queremos o creemos que queremos no nos conviene o hay algo mejor esperándonos que nisiquiera nos imaginamos. Hay tantas formas de crear y lograr nuestros sueños, las cuales no tenemos presentes, que a veces es un gran regalo que no pase lo que esperábamos.

Estoy segura que cuando todo tome el rumbo que debe, volveré a leer este texto y sentiré emoción porque tuve la valentía de publicar lo que mi corazón siente, sin vergüenza, para de alguna manera regalar a los demás un poco de aliento y fuerzas retribuyendo un poco del amor que todos mis seres queridos me dan en este momento.

La tristeza no es para siempre (no te desesperes) y la paz empieza por una sonrisa.

Ahora sí:
¡Feliz cumpleaños a mí!