Escribir se ha convertido en la mágica conexión entre mi interior, mis imaginarios y el mundo real.
lunes, 18 de mayo de 2015
El ladrón de sueños.
Allá por mis 17 años, sufrí mi primer episodio de desamor. Aquel chico que significó amor en mi adolescencia, me llamó por teléfono una tarde a decirme que ya no podía seguir conmigo. Al escucharlo tuve un vacío en la panza , miedo y muchas ganas de llorar. Me metí en mi cama deseando dormir y que al despertar todo fuera un mal sueño.
Recuerdo que aquel día mis buenas amigas llegaron hasta mi cama, encendieron la luz de mi habitación y se metieron debajo del edredón junto a mi. Con cuchara en mano y llena de abrazos y cariño estaba lista para volver a empezar. En aquellas épocas, puedo jurarlo, el miedo se desvanecía al ver llegar el helado y los abrazos.
Años más tarde una terrible sensación de ansiedad y desesperación se apoderó de mi. Sentía que me habían arrancado el corazón y que en su lugar habían dejado solo un vacío que provocaba mucho dolor. Las lágrimas llegaban solas a mis mejillas durante mucho tiempo. Me negaba a salir de la cama, no quería hablar con nadie. Era un sentimiento que solo lo había leído en libros y escuchado en canciones. Estaba experimentando la verdadera decepción y el desamor. En aquella etapa ni el helado, ni los abrazos lograron llevarse esos sentimientos.
El miedo se apoderó de mi y me hice promesas equivocadas que provocaban más dolor. “No lloraré mas por nadie” “No permitiré que nadie me lastime” “El amor es para los débiles”. Viví tantos años con esas frases en mi mente y producto de aquello me transformé en una mujer insegura, con miles de miedos y sin amor propio.
Los años seguían pasando y empecé a analizar que el desamor puede ser una útil herramienta o un veneno letal sino lo sabes comprender y usar a tu favor de la manera correcta. Comprendí y acepté que el mundo te va a romper el corazón de todas las formas imaginables. Esto va a suceder siempre y no puedo explicar el por qué.
El amor tocó nuevamente la puerta de mi corazón y lo acogí optimista, me llene de sueños e ilusiones. Este amor era tan fuerte que llegue a sentir que podía tocar el cielo y que podía mover montañas. Mi corazón estaba lleno de fe y esperanza nuevamente. Se sentía fuerte.
A ese amor que lo creía invencible, el miedo desde otro ángulo me lo robó y que triste fue aceptar que una vez más la vida me había roto el corazón.
A veces el mundo nos puede parecer muy injusto y otras un poco loco. Pero mientras perdemos el tiempo juzgando y reprochando todo lo malo que nos puede llegar a suceder, ese mismo mundo sigue girando y no se va a detener.
Cuando tengas el corazón roto, lleno de desilusión y decepción tendrás dos caminos para elegir. El primero es el cubrirte con una manta de miedos y creer que así vas a parar de sentir dolor, o el segundo camino es llenarte de fuerza y locura, prenderte como una garrapata de aquella fe que sabe mover montañas y seguir creyendo que el amor es bueno y que existe. ¿Sabes porqué? Porque si dejas que los miedos y el dolor vivan en ti, no podrás amar, no podrás sentir, no podrás soñar y ¿que clase de vida es aquella sin amor? ¿sin ilusión? ¿sin sueños?. Es una vida en la que solo respiras porque el miedo te roba la posibilidad de soñar y de amar.
Por eso a pesar de todo lo mala, injusta, insensible e implacable que pueda parecer que es la vida y el desamor, debemos seguir soñando y amando. ¡Bendito sea el desamor que te suelta y te permite ser tu misma, aceptando y amando cada momento de tu vida!
Esto de vivir es así: Te caes, te levantas y te vuelves a caer pero si no te mueves porque te da terror caerte, en realidad ya estas sumergido en un abismo sin fin.
Es de humanos equivocarse, cambiar, intentar, fallar, reinventarse y empezar de nuevo y cada vez que sea necesario. Puedo asegurar que no pasa nada (sobre todo si no haces nada).
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